La peor víctima no infectada de la gripe porcina. Entrevista con Armando Ahued, secretario de salud de México DF.

Noviembre 01 - 2009
Fuente: elespectador.com


Armando Ahued, secretario de Salud del Distrito Federal,
tuvo que hacerle frente a la crisis de la gripe porcina en México,
tomando medidas drásticas en medio del caos y la crisis.


Es, quizá, la peor víctima no infectada del virus H1N1. Fue él quien tuvo que recomendar y participar en la decisión de cerrar a Ciudad de México por nueve días para detener el avance de la gripe. Le llovieron críticas por los efectos económicos de dicha decisión. “Yo pasaba por la calle y la gente me gritaba, ‘no nos mató la gripe pero nos va a matar el hambre’”, le cuenta, pasada la tormenta, Armando Ahued, el secretario de Salud del Distrito Federal, a un grupo de periodistas de las más reconocidas publicaciones latinoamericanas, entre ellas El Espectador, en un almuerzo en Nueva York. “Ahora la Organización Mundial de la Salud ha confirmado que hicimos lo que se tenía que hacer”, asegura.


• ¿Cómo fueron esos primeros días?
Al inicio había mucho miedo. La gente pensaba, me da influenza y me voy a morir; era terrible y no se sabía qué antivirales funcionaban.
• Muchos dicen que es una influenza como cualquier otra, de ahí las acusaciones de haberse apresurado…
Sí, es verdad, pero en ese momento en que no se sabía había que tomar decisiones. Y ante el contagio, más. Existe un índice, el Ro, que cuando estábamos en la etapa más crítica llegó a que una persona infectaba a nueve. Hoy, el Ro en México está en 1,2, es decir, que un enfermo no alcanza a contagiar a dos personas. La gripe en ese momento era explosiva.
• Entonces, ¿qué hicieron?
Informarle a la gente lo que estaba pasando. Diseñamos el sistema de alerta y vigilancia epidemiológica. Otro componente que ayudó es que este es quizás el evento de salud pública más diseminado por los medios en la historia.
• Suena a que la respuesta de la gente fue muy madura...
No toda. Mucha gente comenzó a especular, que era una mentira, que todos los gobiernos se habían puesto de acuerdo, que era un teatro, es increíble. Hubo gente que me dijo ‘yo no he visto un solo muerto por la influenza’. Yo les decía: ‘¿Qué quieren, que los vaya apilando en la plancha del Zócalo para que les tomen fotos?’.
• ¿Cómo se manejó esa mezcla de miedo e incredulidad que describe?
Teníamos no que alarmar a la gente sino alertarla. Sin embargo, ese momento tan crítico que vivimos logró que las personas pusieran atención. Yo creo que parte del éxito fue la participación de la gente, que entendió que había que cuidarse, que lavarse las manos. Tan sólo lavarse las manos entre seis y ocho veces al día puede bajar hasta en 80% la posibilidad de contagio. Creo que hubo un cambio de cultura en salud.
• ¿Cómo manejaron la congestión en los centros de salud?
En tres semanas recibimos 130.000 consultas médicas. Lo que hicimos fue doblar turnos. Había demoras, pero hubo atención. Los laboratorios casi colapsan, los resultados no llegaban rápido y había que iniciar el tratamiento pronto, de manera que la orden fue dar el tratamiento si el paciente tenía los síntomas.
• ¿Y cómo van con la vacuna?
Hay un problema, si todos los laboratorios del mundo la fabricaran, podrían producir 850 millones de dosis. Pero el mundo necesita 4.900 millones de dosis. No habrá vacunas para todos.


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